COVID19-Hacia una nueva normalidad

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Hace un año lejos estábamos de concebir lo que ahora vivimos. Cada uno de nosotros estábamos inmersos en la cotidianidad de la vida, en la resolución de nuestros problemas o en la planificación de los proyectos próximos.

Los titulares de los medios de comunicación en el mundo estaban ocupados con asuntos de importancia global.

Nadie, o al menos la población de a pie, imaginaba lo que ahora estamos viviendo. El nuevo orden mundial se está configurando a partir del COVID-19, que nos ha puesto de cabeza a todos los seres humanos y que nos está obligando a repensar nuestra nueva forma de vida.

Por todos lados los especialistas aseguran que la nueva enfermedad llegó para quedarse. El número de infectados y de muertos en todo el mundo se incrementa cada día y las secuelas que deja la enfermedad en quien logra sanar son desalentadoras.

Las interrogantes se agolpan en nuestra mente: ¿cómo convivir con una infección cuyos alcances son desconocidos aún?, ¿de qué manera nos defendemos de eso?, ¿cómo y cuándo regresaremos a la anhelada “normalidad”?, ¿regresaremos acaso a ella?, ¿cómo será nuestra nueva realidad? El panorama resulta abrumador con las consabidas consecuencias económicas y sociales que la situación ha traído.

Ante esto, seguramente muchos hemos imaginado la configuración de nuestro futuro al regresar a nuestras actividades. En esas charlas virtuales que muchos tenemos, la incertidumbre es lo que reina, pero también en muchos casos la conciencia de que la vida no será igual, de la necesidad de una reinvención como individuos.

Frente a esos cuestionamientos me atrevo a considerar que, primeramente, deberemos romper con nuestros paradigmas actuales sobre la “normalidad”, para poder imaginar lo que vendrá cuando podamos arrancar de nuevo nuestra vida. Seguramente seremos más cautos en la forma en la que nos relacionemos, quizás dejaremos temporalmente de acudir a los eventos que nos congregaban con amigos y familiares, pero también posiblemente nos auto impongamos una distancia relativa con el otro. El cubre bocas y el gel sanitizante me temo que nos acompañarán por largo tiempo todavía.

Un aspecto importante que me empuja hacia esta reflexión, es que cualquiera que sea la forma en que nos incorporemos de nuevo a la normalidad o la manera en que la reinventemos, tendrá que ser a partir de lo que hayamos podido crear y construir hacia adentro de nosotros mismos en el ámbito individual, pero también en el colectivo.

Quizás muchos pensarán que eso es una utopía, sin embargo, estoy convencida de que los momentos de crisis son un motor de transformación. De tal manera que podríamos esperar que este episodio -que está marcando a la humanidad-, no quede solo en la experiencia de haber detenido nuestras vidas, de habernos quedado sin empleo, o lo peor, de haber perdido a algún ser querido, sino que seamos capaces de despuntar el vuelo y expandir nuestra experiencia de vida, redireccionando la brújula hacia una existencia de mayor satisfacción intelectual, emocional y social.

Siempre, irremediablemente ante las grandes crisis llega el “día después”. En ellas primero hay dolor, pero después vienen las propuestas nuevas. Por mencionar solo algunas de ellas, y en un campo muy específico como el artístico, durante la Edad Media, por ejemplo, la peste negra provocó un cambio de paradigma entre los habitantes europeos y se crearon las bases para el surgimiento del Renacimiento.

Después -entre las grandes guerras mundiales, en medio de la destrucción y luego de la gripe española, que dejó casi cuarenta millones de muertos-, se desató en el mundo artístico una explosión de color, se rompió del todo con la figura clásica del Renacimiento, para dar paso a las diversas corrientes artísticas como el cubismo, el surrealismo, la persistencia de la memoria, que los artistas exploraron en su interior en una manera de decir “¿qué vamos a crear hacia adentro?”

Con la Revolución Mexicana, después del caos generado, surgió el muralismo, como una muestra de la capacidad de resiliencia que tenemos los seres humanos para cambiar nuestra realidad.

La aspiración podría resultar ambiciosa y quizás lejana, ya que se avizoran tormentas en el horizonte, pero el comenzar a trabajar desde adentro, desde uno mismo ¿no es una manera para enfrentar las calamidades que se asoman allá afuera?

El reto al final del túnel, será adaptarse al nuevo entorno, como diría Charles Darwin “no es la especie más fuerte, ni tampoco la más inteligente la que sobrevive, sino la que se adapta mejor al cambio”, ¡intentemos adaptarnos pues!

Foto: Enrique Betancourt

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