Las trampas de la comunicación

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A veces la comunicación entre las personas puede estar minada con confusiones o malos entendidos. Mucho más cuando ésta se da a través de medios digitales, como las redes sociales o las conversaciones por chat, en las que no podemos leer el lenguaje corporal del interlocutor que emite el mensaje.

Hace unos días sostuve, sin querer, una polémica en la red social de Twitter por algunos bien intencionados comentarios que hice a la producción de un popular programa de radio.

Al escuchar una entrevista con una destacada médica argentina -que hablaba sobre la pérdida del olfato en pacientes con COVID y de la importancia de este sentido en otros padecimientos-, recordé a otra eminente investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que entrevisté hace algunos años y que trabaja justo en ese mismo campo desde hace más de veinte años. Pensé, al mismo tiempo que twiteaba, sin ninguna negra intención más que aportar a la conversación: “creo que ese programa también debería entrevistar a esta investigadora, en México hay mucho talento”.

La propuesta aparentemente no fue bienvenida. Mi mensaje se interpretó como una descalificación a la galena extranjera y la respuesta que obtuve fue: “Es también muy interesante conocer los puntos de vista de especialistas de otras partes del mundo. Se llama ampliar criterios.” Algo con lo que, por supuesto, estoy de acuerdo, pero curiosamente de esta respuesta se derivaron muchas reacciones a favor y en contra, digamos que ambas partes tenían su porra.

Este asunto me hizo reflexionar justo sobre lo que menciono al inicio de esta columna: la comunicación interpersonal en cualquiera de sus medios, puede ser en ocasiones un campo minado.

Permítanme elaborar. Cuando emitimos un mensaje, regularmente lo hacemos con el objetivo único de transmitir algo y en una comunicación bien intencionada, normalmente no lleva un trasfondo oculto. La intención con la que lo hacemos, muchas veces resulta en una interpretación de quien recibe nuestro mensaje, y ésta no siempre coincide con el pensamiento original con el que lo emitimos. Lo anterior puede provocar malos sentimientos y hasta conflictos.

Por ejemplo, en una conversación entre una pareja a través de chat, es muy común llegar a esos malos entendidos que, incluso, pueden ocasionar un rompimiento. Aunque en este sentido existe un elemento de comunicación que podría fungir como “leguaje corporal” suavizando y clarificando la comunicación, me estoy refiriendo a los emojis.

Pero las confusiones o malas interpretaciones no son terreno exclusivo de la comunicación cibernética, también se da en la convivencia diaria entre los individuos. ¿Por qué?

Creo que en muchas ocasiones es porque estamos ensimismados y distraídos en nuestros propios asuntos y no nos detenemos realmente a «escuchar» al otro, simplemente lo “oímos” y reaccionamos al instante sin reflexionar mucho en lo que se nos dijo.

Además, porque buscamos que nuestra postura “mate”, por así decirlo, a la postura del otro, se vuelve un juego de victorias, una competencia. Esto nos impide entendernos porque nuestro ego intenta imponerse ante el ego de él o ella, y aquí ya no solo hablo de la comunicación en pareja, que puede ser un capítulo aparte.

Otras veces los conflictos pueden darse porque no somos claros al transmitir lo que queremos y nos comunicamos a través de rodeos, de indirectas o de señales encontradas, esperando que la otra persona entienda lo que queremos, pero en muchas ocasiones hablar clara y directamente es interpretado como rudeza. En resumidas cuentas el asunto se vuelve un galimatías.

También existe otra razón por la que podemos ser malinterpretados y es debido a nuestros modelos mentales. Interpretamos, omitimos y construimos historias de manera errónea de acuerdo a nuestros prejuicios, creencias o sesgos particulares.

Los individuos formamos parte de culturas y subculturas que influyen en la forma en la que vemos la vida y a partir de eso construimos paradigmas con los que interpretamos.

Pareciera que el reto que tenemos es anteponer la armonía entre los que nos rodean a partir primero de clarificar nuestro mensaje, descargarlo en la medida de lo posible de la emoción, y alertar nuestras antenas del entendimiento para intentar comprender a la persona que tenemos enfrente sin prejuzgar de antemano.

Se escucha sencillo, pero la comunicación interpersonal ¡es todo un desafío!

 Foto: Buque Perla Negra

 

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2 respuestas

  1. Creo que es algo que nunca lo vamos a hacer como quisiéramos. Irónico que desde que nacemos buscamos la manera de "comunicarnos", pero nunca lograremos "entendernos" entre nosotros como realmente quisiéramos.

    Si de por sí luego es complicado entenderse a uno mismo. :/

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