Alimentemos nuestras relaciones

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Cuando era niña mi madre siempre me “invitaba”, con dos chanclazos de por medio, a ocuparme del riego de sus macetas diciéndome: “en lugar de cortar mis plantas mejor échales agua, ya te lo agradecerán cuando florezcan.”

Y es que en esa época me encantaba escudriñar las macetas de la casa materna en busca de algún ser vivo con el cual jugar, o bien arrancar las plantas para “descubrir” cómo es que crecían. Mis investigaciones nunca me llevaron a nada, pero me gustaba el sonido que emitían las matitas al cortarlas. “Destroyer” (si es que vale el anglicismo) me decían todos.

Pero esa frase de mi madre y ese recuerdo infantil rescataron de mi mente una reflexión innegable: las relaciones que nos interesan en la vida deben ser cuidadas y alimentadas con esmero para que florezcan y alegren nuestra existencia.

Una relación de cualquier tipo -sea de pareja, familiar, de amistad e incluso profesional o de negocios, bueno hasta con la mascota- requiere de atención. Suena obvio, pero mucha gente da por sentado que las personas o las relaciones van a estar ahí por siempre para cuando se les requiera y tal vez algunas lo estén, pero otros vínculos morirán de sed o de olvido.

A mí siempre me gusta imaginar que las relaciones son como una carretera de dos vías, en ella hay un camino de ida y otro de vuelta. Lo mismo pasa en una relación, uno da el otro recibe, pero el que da eventualmente también esperará recibir y no se trata de un nexo de conveniencia –el amor y la amistad se dan desinteresadamente-, sino de mera reciprocidad que ayuda a mantener relaciones firmes y saludables.

 


Sin correspondencia no hay relación creo yo. Sin embargo, muchas veces la reciprocidad genera cierta expectativa que en ocasiones puede no ser satisfecha y provocar que nos replanteemos el hecho de seguir dando y nos volvamos más conservadores. Pero, ¿Qué podemos provocar con eso? Pues que nuestros lazos se enfríen y se desvanezcan con la distancia, el tiempo y la falta de atención.

Así como las plantas, las relaciones requieren consideración, respeto, interés, atención. No lo digo en el plano infantil, demandante e insaciable, sino como el pegamento que edifica y cohesiona los vínculos que existen en nuestra vida y que eventualmente nos aportan una gratificación emocional que nos puede hacer sentir más plenos, equilibrados y felices. Al fin y al cabo, somos seres sociales, por ello nos establecemos en comunidades y en familias.

Sin embargo, la relación más importante debiera ser con uno mismo, conocer nuestras vulnerabilidades y nuestras fortalezas, preguntarnos qué es lo que requerimos, qué aspecto debemos fortalecer y cuál suavizar, y después actuar en consecuencia, siempre concientizándonos de nuestras propias necesidades.

La relación con nosotros mismos requiere tenernos en cuenta, valorarnos y dedicarnos tiempo cada día, pero, sobre todo, cuestionarnos constantemente ante nuestros propios conflictos internos y buscar su resolución en la medida de lo posible, esto nos hará sentirnos bien y crear vínculos sanos con los demás.

Si nos detenemos un poco a mirar la tendencia que tienen las relaciones interpersonales actualmente, podemos darnos cuenta de la claridad del concepto “sociedad líquida” introducida por el filósofo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017), que en palabras llanas basaba ese concepto en el individualismo que se ha convertido en algo temporal e inestable. Pareciera que muchas de las relaciones que se establecen hoy en día son cambiantes y hasta con fecha de caducidad, un adquiérase, úsese y deséchese. De ahí mi reflexión respecto al cuidado que debemos procurar a esos lazos fundamentales en nuestra vida, en una sociedad que se centra en el yo sin abrir su capacidad a vincularse profundamente con el otro.

Así pues, una relación es responsabilidad de ambas partes y al establecerlas acordamos, sin decirlo formalmente, un aporte mutuo de varios aspectos: de confianza, de respeto, de consideración, de lealtad, de tiempo, de compromiso, de reciprocidad, de cuidado, de atención hacia el otro, pero también hacia nosotros mismos… ¿Y tú, qué tanto alimentas tu jardín de relaciones?

 

Créditos fotográficos y videos en orden de aparición:
Foto: Genérica
Foto: Iseca
Foto: AleNog

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